viernes, enero 25, 2008

El fútbol, jaqueado por la intolerancia de la gente

Jugadores y técnicos cuentan cada vez con menos apoyo de sus propios hinchas. La violencia llegó para quedarse y hay futbolistas que ya ni disfrutan de estar en la cancha. Ahora los agresores son, también, chicos muy chicos.

El piedrazo que le tiró al jugador de Racing Erwin Ávalos un chico de alrededor de 10 años que formaba parte de la colonia de vacaciones del club no debe ser considerado un hecho aislado. El resultado no fue sólo un corte en el mentón sino que da lugar también para la reflexión.

Sucede en el mundo del fútbol lo mismo que en las calles de nuestro país cuando nos inquietamos o preocupamos cuando algunos hechos policiales son protagonizados por chicos bien chicos.

¿Pero por qué ese pibe y sus compañeros tiraron piedras? No se trata de que hayan tirado piedrazas a jugadores de Racing; a los fines, es lo mismo si lo hubieran hecho con gente que pasaba por la calle. Lo preocupante es su actitud, que no se sabe de dónde parte. No puede ser considerada como parte de una travesura. Se trata de chicos de una colonia que no sólo deberían estar acompañados por sus profesores, sino que también deberían tener incorporada cierta educación casera. Algo falló.

Este detalle es uno más de una cadena de hechos que hacen que los protagonistas de nuestro fútbol tengan cada vez menos ganas de jugar o dirigir.

Cristian Lucchetti, uno de los mejores arqueros –lejos- del fútbol argentino, que bien podría estar en el seleccionado, dijo en un reportaje que publica el diario La Nación, hoy: "Sufro cada vez que me tengo que poner los guantes", se lee en el título. Y en la bajada de la nota se explica: "Profesionalmente he perdido la alegría cuando entro en una cancha".

En la nota dice también que a sus 21 años planificaba abandonar el fútbol a los 28: "Fijate como ya tenía la cabeza un poco cansada de lo que me había encontrado en el fútbol profesional". "El fútbol es mi vida, pero no de esta manera. Y lo hago, la verdad, porque económicamente me sirve".

Sus palabras con entendibles, pero demuestran el grado de saturación al que se somete el profesional estando en un mundo tan tenso como es el del profesionalismo.

Sin ir más lejos, un grande como Gabriel Batistua, que a diferencia de Lucchetti las pasó todas y jugó en Europa, anduvo por la misma cornisa: "En la semana, nunca me divertía en los entrenamientos. Y los domingos, sólo me divertía cuando el equipo ganaba y tenía una actuación perfecta", dijo en un reportaje que le dio a Fernando Niembro esta semana.

"Me preocupa mucho el tema de los barrabravas. En Italia, hay barras por todos lados, pero se los controla de alguna manera. Acá, esta gente está dentro de los clubes. Es distinto... Además, la cuestión de los árbitros me molesta, porque tienen poca autoridad y están siempre en duda. Y lo de Russo también me incomoda, no me gustó su salida, porque había hecho méritos suficientes como para quedarse. Hizo una buena campaña, pero se tuvo que ir porque acá hay que ganar o ganar", agregó cuando se le consultó sobre su futuro como director técnico.

La pregunta que surge, entonces, y en lo que estrictamente tiene que ver con este deporte, es "¿cuántas cosas nos perdemos por ser como somos a nivel sociedad?".

Sobran los ejemplos de intolerancia. A Juan Román Riquelme no se le perdona que quiera dejar la Selección y se lo insulta. No se le respeta su postura que no hace más que reflejar un nivel de saturación que no dista del que puede sentir cualquiera. Es, al fin de cuentas, un ser humano. No tiene que ser un súper hombre.

Tampoco tiene que serlo Daniel Montenegro, el mejor jugador de Independiente por estos tiempos pero que, como contra partida, es insultado y marcado como "pecho frío". ¡Cuántos equipos quisieran tener un Montenegro en sus filas!

¿Y Ariel Ortega? El grito de "borracho" se escapa de cada garganta de los hinchas del rival de turno. Es claro: olvidan que su adicción no debería generarle un ataque gratuito. Pero hay agresiones que se aceptan en todos los estamentos sociales. Esta es una de ellas.

Vale ejemplificar también lo sucedido con los jugadores de San Lorenzo, que cuando eran dirigidos por Oscar Ruggeri sufrieron una goleada inolvidable a manos de Boca, por 7 a 1, en el Nuevo Gasómetro. La bronca al momento del entrenamiento semanal se hizo más contundente.

Diego Maradona tampoco escapa a estas agresiones: Maladroga, falopero, etc. Y eso que él mismo reconoció su adicción. Pero no hay caso, no se lo perdonan.

Como tampoco le perdonaron en su momento algunos hinchas de Vélez a Carlos Bianchi que haya ido a Boca.

Señores: el fútbol tiene estas cosas. La sociedad también. Y ambas son inseparables.


fuente: Infobae

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