miércoles, septiembre 17, 2008

El padrino

Pasaron veinticinco años. Pero Shamil Tarpischev ya estaba sentado en la silla de capitán en aquel partido increíble de 1983 en el Buenos Aires Lawn Tennis Club que José Luis Clerc perdió en cinco sets ante Andrei Chesnokov. La serie terminó un martes, 3-2 en favor de una Unión Soviética que estaba en la era del glasnost impulsado por Mikhail Gorbachov. En realidad, Tarpischev era capitán del equipo de Copa Davis desde 1974, años de la Guerra Fría, cuando en la URSS mandaba Leonid Brezhnev y el tenis era un deporte demasiado burgués para el comunismo.

Tarpischev volverá a estar pasado mañana otra vez en la silla de capitán cuando Rusia, hoy una potencia mundial del tenis, enfrente a la Argentina por un boleto a la final de la Copa Davis.

Tarpischev lleva más de tres décadas como patrón del tenis ruso. Primero en hombres y luego también con las mujeres. Ganando en la Copa Davis, la Fed Cup y en los Juegos Olímpicos. Sin faltar casi nunca. O sólo una vez, cuando Estados Unidos le negó la visa para asistir a una semifinal de Fed Cup de 2007. La causa: sus viejos vínculos con la llamada mafia rusa.

Es que Tarpischev, de 70 años, rinde cuentas aún hoy de su pasado como ministro de Deportes y profesor personal de tenis de Boris Yeltsin. Rusia era escenario de privatizaciones salvajes y negocios sangrientos. Y su deporte, centro de batalla de grupos mafiosos que asesinaban a presidentes de clubes y de federaciones. Tarpischev también era presidente de la Fundación para el Deporte Nacional (FNS), a la que Yeltsin dio exenciones impositivas para importar vodka y cigarrillos, un privilegio que sólo compartía con la Iglesia Ortodoxa Rusa.

La mafia se interesó por los millonarios ingresos que generó esa exención. Según analistas, esos dineros habrían ayudado a financiar la reelección de Yeltsin. Y habrían enriquecido además a Tarpischev, quien en 1995 habría sobrevivido a un intento de asesinato en los propios jardines del Kremlin. El uso del potencial se debe a que aún hoy esa clase de informaciones, habitualmente desmentidas por los protagonistas, son imposibles de confirmar oficialmente en Rusia. Lo corrobaron tres colegas que trabajan en ese país desde hace años, dos de los cuales me derivaron estos últimos días a sitios de Internet de acceso nulo.

Pero en esos salvajes años 90 fueron asesinados, entre otros, Larisa Nechayeva (directora financiera del Spartak Moscú, el equipo más popular del fútbol ruso, ejecutada a balazos); Akhat Bragin (presidente del Shacktar Donetsk de Ucrania, con una bomba que mató también a sus cinco guardaespaldas); Viktor Skripal (director ejecutivo del club Vladivostok); Yuri Tishkov (agente de fútbol); Vladimir Prokhorov y Alexander Shkadov (presidentes del Kristall Club); Nikolai Nino (presidente del CSKA, "suicidio", figuró en el registro); Natalya Dolmatov (esposa del DT del CSKA, en rigor, está desaparecida); Chevalier Nusuyev (presidente de la Federación Rusa de Deportes Juveniles); Oleg Karatayev (vicepresidente de la Asociación Internacional de Boxeo, AIBA, baleado en Brooklyn); Valentin Stych (presidente de la Federación Rusa de Hockey sobre Patines), y Sergei Latushko (campeón juvenil europeo de boxeo).

La lista aparece en el libro The Fix (El Arreglo), sobre las apuestas clandestinas en el deporte, citado en esta columna dos semanas atrás. Su autor, el periodista canadiense Declan Hill, cuenta que en 1993 también fueron asesinados 29 altos ejecutivos de los cincuenta bancos más importantes de Rusia. En el libro The Russian Maffia , de Federico Varese, aparece el caso del ex luchador Otari Kvantrishvili, sucesor del célebre arquero Lev Yashin en una fundación deportiva y creador, incluso, del partido político Sportsmen of Russia. Fue asesinado cuando salía de un sauna en Moscú, como quisieron hacerlo con Nikolai, el mafioso que compone Viggo Mortensen en el film Promesas del Este.

Otros numerosos hombres vinculados con el deporte, como la campeona mundial de patín Maria Butyrskaya, sobrevivieron a diversos ataques, igual que el propio Tarpischev y Boris Fyodorov, su sucesor en el FNS, que sufrió un atentado poco después de denunciar al capitán de la Copa Davis de vínculos con el crimen organizado. Esas denuncias, junto con informes del FBI, provocaron problemas a Tarpischev, miembro del Comité Olímpico Internacional (COI), cuando quiso ingresar en los Estados Unidos en los Juegos de Atlanta 96 y los de Invierno de Salt Lake City 2002, superados en noviembre pasado, en la semifinal de Copa Davis que se jugó en Portland. "Me preguntaban cómo había conocido al empresario Mikhail Chernoy", contó una vez Tarpischev al diario Izvestia . Los hermanos uzbekos Lev y Mikhail Chernoy habían ingresado en rigor sin problemas a los Estados Unidos y sus dineros, según denuncias de diversas organizaciones, apoyaron incluso campañas políticas de conocidos candidatos del país del Norte.

Lo mismo podría decirse de Vyatcheslav Ivankov, señalado en documentos judiciales por el FBI, según Hill, como jefe de la mafia rusa en los Estados Unidos. El presidente de su compañía, Slavic Inc., fue Slava Fetisov, un famoso jugador de hockey sobre patines, ganador de numerosos títulos y medallas olímpicas. Fetisov, quien negó que Ivankov fuese dueño de Slavic, hoy es ministro de Deportes de Rusia.

En medio de este contexto, ¿debería sorprender que tres de los principales jugadores en la historia del tenis ruso (Andrei Medvedev, Yevgeny Kafelnikov y Marat Safin) hayan aparecido en fotografías junto con Alimzhan Tokhtakhounov, gran amigo de Tarpischev y supuesto mafioso acusado de comprar jurados en el patinaje de los Juegos Olímpicos de 2002, arrestado y finalmente liberado en Italia? ¿O que Pavel Bure, otra superestrella del hockey sobre patines ruso, ex novio de Anna Kournikova, se haya asociado con Anzor Kikalishvili, uno de los miembros más connotados de la "mafiya" rusa? Los patinadores rusos fueron víctimas de numerosas extorsiones en esos salvajes años 90. Las primeras a cargo de mafiosos de poca monta que exigían dinero a cambio de no atacar a sus familiares. Las segundas, según denunció una célebre investigación de la TV canadiense, en el programa Frontline , de mafiosos que querían controlar a los jugadores para así manipular las apuestas clandestinas. Oleg Tverdosky, Alexei Zhitnik y Alexander Mogilny fueron sólo algunos de los jugadores mencionados en el documental como víctimas de los mafiosos.

¿Y si pasara algo así en el tenis, como advirtió John McEnroe unos meses atrás? La ATP absolvió la semana pasada al tenista ruso Nikolay Davydenko de su derrota por abandono en el tercer set, por lesión, ante Martín Vassallo Argüello, sospechosa por el aluvión de apuestas de cerca de 7 millones de dólares en favor del argentino. "Tendría más sentido", dijo entonces McEnroe, que "jugadores tan bien clasificados como Davydenko" puedan dejarse derrotar no por dinero, sino "porque han sido amenazados por grupos mafiosos, como la mafia rusa".

Las sospechas, en rigor, comenzaron en 2003, cuando justamente otro jugador ruso, Kafelnikov, cayó sorpresivamente en primera la rueda de Lyon ante el español Fernando Vicente, quien venía de perder sus doce partidos previos. La denuncia de supuesto envenenamiento en Moscú contra el alemán Tommy Haas, en la semifinal de 2007 ganada 3-2 por Rusia, desestimada luego por la Federación Internacional de Tenis (FIT), agrandó la escena. "En Occidente ven demasiadas películas yanquis", se quejan en Rusia, mientras sus tenistas, varones y mujeres, suman un título tras otro. Cuando en la semifinal de Moscú 2006, Tarpischev fue consultado sobre la presencia de Diego Maradona alentando al equipo argentino, el capitán respondió bromeando que "nuestro mejor amigo es Kalashnikov", en referencia al conocido fusil de asalto ruso. Algo es seguro: por mucho que se les grite este fin de semana en el Parque Roca, Tarpischev mantendrá a sus jugadores concentrados en su trabajo. Ya ha sabido lidiar con situaciones más duras.


fuente: La NAción- Ezequiel Fernández Moores

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