martes, diciembre 18, 2007

LA RECUPERACION DE UN CLUB Los recuperadores de sueños.

Club Cafferata Bochin club. Evitaron el cierre.
La historia del Cafferata Bochin Club (Cafferata 2387) es la de cualquiera de los cientos de clubes sociales que existen en Rosario. Fundados en general por la misma gente del barrio, empezaron como lugares de reunión y de recreación. Albergaron generaciones de pibes, que crecieron en sus instalaciones y que fueron la fuerza viva del barrio. Pero en los años 90 la debacle también se asoció al club. Con ella, los hijos del club, los chicos del barrio, debieron enfrentar una lucha por la supervivencia que los obligó a ser creativos. Y fue en ese marco que la historia del Cafferata Bochin Club, fundado en 1952, resultó reescrita por un grupo de jóvenes de entre 20 y 30 años que lo recuperaron a fines de 2001.Al momento de su fundación, el Cafferata Bochin Club era un lugar de esparcimiento para la gente grande del barrio. Después de la jornada laboral, los vecinos concurrían al club a tomar un aperitivo y a jugar a las bochas. Había muchos socios, y una vida social muy importante. Pero en los 90, el club se endeudó, muchos de los socios perdieron su trabajo o vieron mermar sus salarios. Las familias dejaron de concurrir.


"Frente a esta situación surge la preocupación para poder hacer algo por el club y evitar su desaparición", cuenta Leandro, uno de los chicos que trabajó por el rescate de la entidad.

En el momento crítico el club había perdido prácticamente todas sus actividades sociales y sus espacios. En sus instalaciones había un gimnasio privado y a esto se sumó la pretensión de una asociación italiana de la ciudad de quedarse con la institución.

"Eso fue determinante para nosotros. Esta asociación pretendía quedarse con el club para realizar allí actividades para sus integrantes.
Eso implicaba la muerte definitiva del Cafferata", recuerda Ignacio, otro de los jóvenes que lucharon por reactivarlo.

Para estos chicos, que se habían criado en el club, esta situación implicaba la pérdida de una parte de sus vidas. Por eso decidieron organizarse y recuperar el club para el barrio.

Cacerolas y amaneceres
En aquel verano caliente de 2001, en el que muchas instituciones cerraban sus puertas y sus representantes se escondían frente al clamor popular, un grupo de pibes del barrio Bella Vista florecía como grupo de trabajo y de resistencia ante la mirada desconcertada de propios y extraños. En medio de tanta confusión, este grupo creyó en un sueño colectivo. El resultado fue la creación de una biblioteca popular.

"Desde el primer momento sabíamos que esto no iba a ser fácil y que habría dificultades", cuentan los "recuperadores". Las dificultades tenían que ver con que el club se encontraba vacío, lleno de deudas y muy deteriorado.

Entonces comenzaron las jornadas de trabajo voluntario. "Todos los domingos estábamos acá laburando. Donde hoy está la biblioteca, antes no había nada. Todo lo fuimos haciendo nosotros con mucho esfuerzo y dedicación: pintamos, revocamos paredes, hicimos las instalaciones eléctricas, todo", recuerda Francisco, integrante del grupo.

Fue un trabajo de hormigas que se resume en una palabra: autogestión. Cuentan los chicos que muchas veces recibieron propuestas de entidades privadas para que el proyecto de la biblioteca crezca en el ámbito institucional. "En ese momento siempre surgía el mismo interrogante: ¿era eso lo que queríamos, una institución medio vacía? No, queríamos otra cosa, seguir construyendo por medio de la autogestión, charlar sobre los temas que nos parecen importantes. No queremos un gran edificio, vacío de gente y de ideas. Por eso la idea de fundar una biblioteca popular, para que la cultura pueda ser uno de los motores de este lugar, y la gente del barrio vuelva al club", explica Leandro.

Después de mucho trabajo, en marzo de 2006, abrió sus puertas la biblioteca popular "El Hormiguero" del Cafferata Bochin Club. En el inicio, sólo varones integraban el grupo de trabajo, pero después se sumaron mujeres. "Fue un gran desafío ya que el club era un ámbito muy machista, prácticamente no entraban las mujeres. Pero los chicos nos recibieron muy bien y juntos fuimos construyendo un espacio de trabajo. Empezamos con una rifa en el barrio con la que juntamos fondos para arreglar el lugar. También organizamos una peña, a la que concurrieron 200 personas, y conseguimos libros para la biblioteca", recuerda Nadia, una de las primeras chicas en incorporarse.

La gente del barrio acompañó todo el proceso, desde la colaboración en la venta de rifas hasta la donación de libros para fundar la biblioteca, además de estar presente en las peñas. La biblioteca en un primer momento abría sus puertas todos los días durante cuatro horas. Poco a poco se fue llenando de chicos que reclamaban atención.

"La demanda social ya superaba los límites del propio barrio —cuenta Hugo—, viene desde un poco más afuera. Fue tan grande que hizo temblar un poco a nuestro grupo. Eramos como esos motores que se pasan de revoluciones y después explotan. De repente teníamos 30 chicos acá y ninguno sabía cómo manejarlos. No teníamos ni la preparación, ni las herramientas ni el tiempo suficiente como para afrontar tal situación".

Hormigas en acción
Con el tiempo le fueron encontrando la vuelta y crearon nuevas actividades. Cada fin de semana los miembros de la biblioteca organizan un ciclo de cine debate, donde proyectan un video que aborda una problemática social y luego intercambian ideas sobre el tema. Para el año próximo planean abrir talleres de apoyo escolar, porque la demanda es muy importante en la zona.

La realidad siempre da muestras de que el resultado no está cerrado. Que también existen esperanzas. Los que todavía pelean porque saben que el partido de la historia no está terminado. Los que saben que para ganar, primero hay que pelear, que no alcanza con ocupar un lugar en la tribuna, sino que la cosa está en protagonizar cambios. Y que la historia puede terminar con el triunfo de los que son más si se cambian las reglas de juego.

Como el grupo del club, pibes que ven con preocupación que el club de su barrio esté a punto de cerrar sus puertas y ayudan a recuperar ese espacio. Como estos chicos que se organizan detrás de un sueño colectivo y crean una biblioteca popular, para que otros chicos, como ellos, puedan tener un lugar donde generar cultura.

Jóvenes, y no tanto, que deciden salir al campo de los hechos, brindando apoyo escolar para ponerle un cerco a la droga y l delito. Pequeños, pero intensos, fueguitos que alertan que algo está cambiando. Que el verbo zafar no tiene nada que ver con vivir. Porque vivir es pelear por hacer realidad los sueños colectivos.


fuente: Diario La Capital

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